Hoy vengo a hablaros de Descartes, uno de los autores fundamentales del racionalismo. El racionalismo es una de las corrientes de la Filosofía Moderna, junto con el empirismo. La Filosofía Moderna llega tras el declive de la Escolástica y cuenta con autores como el ya mencionado dentro del racionalismo, Malebranche, Spinoza y Leibniz; dentro del empirismo destacan Locke, Berckeley y Hume.
Descartes es conocido por su epistemología, su método para llegar al conocimiento, el uso de la duda, etc. Pero como ya habréis podido observar, no suelo hablar de lo más destacado de los autores, sino de otros de los problemas que abarcan y a los que creo que no se le da la suficiente importancia; pues bien, yo hoy no voy a hablar del conocimiento en Descartes, sin del problema del hombre y de Dios.
Ambos problemas se dan juntos básicamente porque resultaría algo ilógico verlos por separado; ahora sabréis
por qué.
Según René Descartes, la idea se puede definir como aquello en lo que pensamos, el resultado de pensar. Cuando la mente piensa, piensa ideas, por lo que "la idea es la misma cosa concebida, o pensada, en cuanto está objetivamente en el entendimiento". Las ideas se pueden concebir como actos mentales o como contenidos objetivos de la mente. Si los consideramos actos mentales todos tendrán la misma importancia, si por el contrario los concebimos como contenidos de la mente, las ideas se pueden dividir en:
- Ideas facticias, aquellas que proceden del propio sujeto. Son invenciones nuestras (unicornio)
- Ideas adventicias, aquellas que tendemos a creer que proceden de la experiencia. Representan objetos que están fuera de la mente humana y que adquirimos gracias a la experiencia. Este tipo de ideas pueden resultar confusas, ya que no podemos afirmar con seguridad que existan en la realidad externa (avión).
- Ideas innatas, aquellas que no proceden de la experiencia y que tampoco son una invención del sujeto. Son innatas porque llevan en la mente humana desde el nacimiento. Son la idea de "infinito" o "cógito", ambas fundamentales para Descartes.
Sea cual sea la clase de idea, para Descartes, la posesión de una idea requiere una causa, incluso una idea innata requiere una causa. Así, el problema ahora para Descartes será qué causa sus ideas. Y dice al respecto que "debe haber al menos tanta realidad en la causa eficiente y total como en su efecto y que de esto se sigue que no sólo que algo no puede proceder de la nada, sino también que lo que es más perfecto no puede proceder de lo que es menos perfecto.
Así, la idea de Dios, de un ser perfecto e infinito, requiere una causa que sea proporcional en realidad al objeto de la idea misma. La idea de Dios no es una idea adventicia, porque en la experiencia no hay nada infinitamente perfecto, pero tampoco puede ser una idea facticia, ya que una sustancia finita como es el yo no puede ser la causa de algo infinito. Por lo tanto, la idea de Dios ha de ser una idea innata, “causada” por el mismo Dios en mí, es una idea clara y evidente, por lo que Dios tiene que existir.
En la Meditaciones metafísicas Descartes ofrece una prueba de la existencia de Dios: el argumento ontológico. Puede anunciarse entonces como: tengo una idea clara y distinta de un ser sumamente perfecto que abarca todas las perfecciones posibles. Entre esas perfecciones se halla la existencia, lo que quiere decir que la idea de este ser incluye la existencia real y necesaria. Por lo cual, resultaría contradictorio concebir a un ser sumamente perfecto al que le faltase la existencia. Así que Dios existe.
Para Descartes, Dios es un ser infinito, perfecto, bueno y “veraz”. Por lo tanto, no ha podido crear al hombre para que se engañe o equivoque siempre que crea conocer algo. Así, a las ideas adventicias, les ha de corresponder realidades corpóreas; los objetos a los que dichas ideas se refieren, han de existir.
De este modo, Descartes recupera de alguna forma la realidad del mundo que había “perdido” en el proceso de la duda, un proceso en el que vacila sobre el conocimiento de la realidad.
Os dejo reflexionando, hasta pronto,
Mar x.
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