Siguiendo con la normalidad, vuelvo con otro de los autores que hemos estado estudiando, Tomás de Aquino. Tomás de Aquino, conocido también como Santo Tomás, nació en Rocaseca, Italia, en 1225 en la familia de los Condes de Aquino. Pertenece a la etapa de apogeo de la Escolástica y es sin duda el máximo representante de ésta gracias a su síntesis entorno a razón y fe; pero hoy no voy a hablar de eso, sino, como bien dice el título, de su ética y política.
Ética y política vienen dadas de la mano en la filosofía de Santo Tomás.
La ética, tomada del pensamiento aristotélico, es una ética material y teleológica, pero adaptada al cristianismo. Para Santo Tomás, el bien supremo del hombre, el fin de sus actos, es la felicidad, que el hombre ha de conseguir mediante la contemplación. Dicha contemplación no será filosófica, sino religiosa; la visión beatífica, la contemplación de Dios en el más allá. ¿Cómo alcanzamos esa visión? Es aquí donde entra en juego la idea de ley natural: cuando Dios crea el mundo, lo dota de leyes para que todo funcione de un modo ordenado; estas leyes son:
- La ley eterna: la ley que Dios ha dado al universo
- La ley natural: la participación de la ley eterna en el ser racional, el hombre.
Esta ley natural consta de una serie de contenidos, un Primer principio y una serie de normas:
- Primer principio: hay que hacer el bien y evitar el mal. Es por tanto un principio evidente, pues la ley natural ha de ser norma objetiva orientadora de la conducta de los hombres, universal, ya que afecta a todos los seres humanos y todos ellos poseen la misma naturaleza, y es inmutable, puesto que la naturaleza humana es en sí inmutable.
- Tres normas:
- Conservar la vida propia; por ser sustancia, el hombre tiende a la conservación.
- Procreación y educación de los hijos; por ser animal, el hombre tiende a la procreación.
- Conocimiento de la verdad y vida en sociedad, de las que derivan la búsqueda de verdad y las normas de justicia; por ser racional, el hombre tiene esta tendencia específica.
Sin embargo, esto no es suficiente para Santo Tomás, proclama la exigencia de que la ley natural se plasme y concretice en una ley positiva: escrita, institucionalizada, socialmente explicitada en un cuerpo jurídico. Por ello la ley positiva es reflejo de la ley natural, lo que implica, a su vez, que la ley positiva no puede contrariar a la ley natural; ninguna ley puede obligar al hombre a atentar contra su propia naturaleza.
Por otra parte, Tomás de Aquino reflexiona sobre la justicia en el Estado como lo hizo Aristóteles.
La justicia es una virtud ética que consiste en dar a cada uno lo que es debido. Hay dos clases:
• La justicia distributiva, que señala cómo deben distribuirse los bienes y honores en una comunidad en función de los méritos de cada uno.
• La justicia conmutativa, que se da entre individuos y es correctiva:tiene como fin restituir un daño. Cuando esa reparación se da en los tribunales se la llama "judicial".
En cuanto a su política, Santo Tomás también piensa que el hombre es un ser social por naturaleza, y necesita de la sociedad para alcanzar la perfección, la felicidad. Para esto, la ley natural es demasiado general, y debe ser concretizada en la ley positiva. Las leyes positivas deben ser una exigencia y prolongación de la ley natural, ya que en caso contrario, serán injustas y habrá derecho a desobedecerlas; al buscar la justicia se unen la moral y el derecho.
Por tanto, el mundo del derecho y el ámbito de la moral están estrechamente relacionados en Santo Tomás, y se articulan en torno a la idea de justicia. La justicia consiste en dar a cada uno lo suyo; es una exigencia ética y natural, y sobre ella debe fundamentarse el derecho.
Las mejores formas de gobierno, para Tomás de Aquino, son la Monarquía, la Aristocracia y la Democracia siempre que respeten la ley natural al hacer sus leyes positivas.
-Monarquía; gobierna uno solo, a la manera de Dios en el mundo.
-Aristocracia; gobiernan "dos mejor que uno"
-Democracia; es el pueblo quien decide.
La forma ideal sería una mezcla de las tres: el gobierno de un monarca, apoyado por un órgano consultivo elegido por el pueblo (como Aristóteles).
La relación entre Iglesia y Estado es parecida también a la que hay entre razón y fe: razón: el Estado debe trabajar para que todos los hombres cumplan con su finalidad, por lo que, por mucha independencia que el Estado tenga, está subordinada a la Iglesia, pues la finalidad se consigue mediante la contemplación de Dios.
Así quedan expuestas el problema de la moral y el problema de la sociedad de Tomás de Aquino.
Nos vemos pronto,
Mar x.
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