En este mundo siempre estamos pensando sobre las consecuencias que tendrá algo tan simple como salir a comprar el pan. Porque, ¿y si te encuentras con un viejo amigo? ¿o quizás a tu verdadero amor? y, en el peor de los infinitos casos, ¿y si no miras la carretera y te atropellan, o cae un meteorito? Quién sabe. Yo siempre he sido muy maniática a la hora de pensar sobre lo que me puede ocurrir al llegar al sitio donde me estoy dirigiendo. En mi día a día se puede decir que tengo ciertas costumbres peculiares: siempre me ducho por las mañanas y no puedo salir de casa sin hacerlo, cuando como algo me lavo los dientes y después las manos, las llaves siempre van en mi bolsillo izquierdo, el móvil en el derecho, llevo medicinas siempre conmigo por si me encuentro mal o me duele algo y creo que lo que más me identifica es que me lavo constantemente las manos, ya sea después de comer algo o si toco unas monedas, pero siempre me lavo las manos antes de salir de casa y lo hago todo con el mismo orden. Con esto quiero hablar en esta entrada de lo que he reflexionado sobre la idea de Freud de su sospecha del inconsciente. Para aquellos que no lo sepan, Freud, padre del psicoanálisis, decía que nuestra mente se puede dividir en tres partes:
- YO: es aquella parte que controlamos y que sale, por decirlo de algún modo, a la superficie.
- SUPER YO: es la parte en la que se reflejan los ideales y nuestras responsabilidades.
- ELLO. es el inconsciente, donde se encuentran nuestros deseos y donde están las cosas que reprimimos y censuramos.

Cuando se está entre el "super yo" y el "ello" hay una estabilidad que sería la óptima. Si nos dirigimos más hacia el "ello" hablaríamos de alguien a quien consideramos un psicópata. Un psicópata, según la RAE, es aquel individuo que posee una alteración patológica de la conducta social, a pesar de la integridad de las funciones perceptivas y mentales, de forma más clara, no funciona racionalmente ni tiene sentimientos. Si por el contrario nos acercamos más al "super yo" estamos buscando la perfección de lo que hacemos, lo que nos convierte en unos neuróticos. No creo que yo sea una neurótica, quizá un poco hipocondríaca y maniática pero si que tengo un ejemplo para esto. Mi profesora de filosofía, Marta, nos ha contado la historia de su vecina; esta peculiar señora cierra la puerta continuamente girando la llave para asegurarse de que está cerrado. Este gesto es lo que le hace autoconvencerse de que está segura en su casa, y lo repite para recordárselo.
Todos tenemos manías, ya sean las que hacemos de forma consciente como las que no. Tenerlas no siempre quiere decir que estemos "locos", pero si te pasas, míratelo...
Nos vemos pronto.
Mar x