jueves, 14 de mayo de 2015

El Contrato Social de Locke



Esta semana os traigo una breve entrada sobre John Locke (1632-1704), un filósofo y médico inglés considerado uno de los primeros empiristas, pero no vengo a hablar sobre su filosofía propiamente dicha, sino de su obra "Ensayo sobre el gobierno civil" y de la reflexión que en ella hace sobre su "estado natural" y el tipo de gobierno que defiende; conocido todo ello como Contrato Social.

Pues bien, Locke fue un firme defensor de la monarquía parlamentaria, y para los que no sepáis qué es una monarquía parlamentaria, es aquella en la que el rey realiza funciones de jefe de Estado pero bajo el control de poderes legislativo y judicial (Parlamento y Gobierno, respectivamente).

En el estado de naturaleza que describía existían la familia y la propiedad, y los componentes de las familias eran todos iguales e independientes; esta libertad viene marcada por la ley natural. La obra que enmarca esta situación es "Ensayos sobre el gobierno civil", donde dice lo siguiente:

El estado de naturaleza tiene una ley natural por la que se gobierna y esa ley obliga a todos. La razón, que coincide con esa ley, enseña a los seres humanos que, siendo iguales e independientes nadie debe dañar a otro en su vida, salud, libertad o posesiones.

Pero claro, hay quien no cumple esa ley, algunas no la cumplen para sacar beneficio propio a costa de los demás. Sin leyes, las infracciones que los mencionados cometen, son sancionadas. Los hombres, para asegurarse de tener una vida cómoda y pacífica, y disfrutar de sus propiedades y de la libertad, se integran en una sociedad. Entregarán la autoridad a un poder civil superior, que proteja los derechos naturales, sobretodo la propiedad, que Locke vincula a la libertad. Al salir del estado de naturaleza, se entrega el poder necesario, no todo el poder. La sociedad nace para garantizar derechos que anteriormente existían, pero que al ser correctamente realizados tenían ciertos inconvenientes.

Así, los hombres ceden su poder personal y crean los poderes legislativos y ejecutivos para crear y sancionar las leyes. Sin embargo, estos poderes tienen que proteger los derechos naturales, con lo que, si no cumplen su tarea, pueden ser desdeñados, amparándose en el derecho a la rebelarse.

Así, Locke crea los cimientos del liberalismo que vendrá a continuación. A través de su teoría de la existencia de unos derechos naturales inalienables y al orientar su teoría hacia el contractualismo.

Locke, sin embargo, tendrá problemas sobre cómo conciliar la idea de los derechos inalienables con una realidad como la que se vivía en Inglaterra en aquel entonces, donde la mayoría de la población carecía de propiedad.

En conclusión, podemos observar como la teoría de Locke es predecesora del liberalismo y tiene, en cuanto a la Inglaterra de la época, un apreciable carácter conservador.

Nos vemos pronto,
Mar x.


viernes, 8 de mayo de 2015

En tiempos de Hume...


Hoy, en lugar de hablar sobre la filosofía de Hume, haré una pequeña introducción a la vida de este autor y a la época en la que le tocó vivir.

David Hume (1711-1776) nació en Edimburgo, en el seno de una familia emparentada con la aristocracia, aunque su fortuna era más bien modesta. Estudió leyes en la Universidad de Edimburgo durante un tiempo ya que así lo quería su familia, pero no le interesaba y acabó por abandonar la carrera; fue entonces cuando se vio obligado a buscar otra manera de ganarse la vida.

Intentó dedicarse al comercio pero acabó por dedicarse al estudio (filosófico). Desde 1734 hasta 1737 estuvo en Francia, la mayor parte en La Flèche, donde se dedicó a redactar su primera obra "Tratado de la naturaleza humana", que completó cuando volvió a Londres y se empezó a publicar en 1739. Este tratado no interesó mucho y se retiró a la casa de su familia en Ninewells.

En 1742, la primera parte de sus "Ensayos morales y políticos" tuvo una gran acogida en Edimburgo, lo que hizo que se olvidase en parte de su fracaso anterior. Trabajó como preceptor del marqués de Annandale (1745-1746) y luego como secretario del general St. Clair (1746-1748).Fue nombrado bibliotecario del Colegio de Abogados de Edimburgo, y emprendió la redacción de una historia de Inglaterra, que publicó desde 1754 hasta 1762 en varias entregas.

En 1763 se incorporó a la embajada de París, y fue allí donde residió hasta 1766; allí se relacionó con los enciclopedistas y en 1769, regresó definitivamente a Edimburgo para disfrutar de la fortuna acumulada en tantos cargos como desesmpeñó, además de lo conseguido con la publicación de sus obras.

Hume es considerado uno de los máximos representantes del empirismo inglés, una de las dos posturas más importantes de la primera modernidad filosófica, junto con el racionalismo. Su análisis crítico del conocimiento insiste en la importancia de investigar el origen de las ideas, entendidas por él como imágenes de una impresión; para Hume el razonamiento es la actividad de descubrir la relación que hay entre ideas, que podían ser bien las cuestiones de hecho, o bien las relaciones entre ideas. Ya que consideraba imposible otra forma de razonamiento, sometió a crítica todas las ideas, refutando especialmente las de sustancia, existencia y relación causal.
En cuanto al contexto histórico, Hume vivió en una etapa de cambios, durante la Revolución Industrial del siglo XVII; en esta época existía un sentimiento contrario a la monarquía absoluta. Dicho sentimiento viene marcado por la fuerza que va toma la burguesía como nueva clase emergente dentro de la sociedad; esta clase comienza a realizar revueltas en toda Europa, alcanzando poder sobretodo en Inglaterra.

Durante el reinado de los Estuardos, de 1603 a 1649, la vida pública se caracteriza por una lucha entre el Parlamento y los monarcas. El punto donde culmina dicha lucha será la revolución inglesa comandada por Cromwell, que instaurará una república. Posteriormente, en 1660, se restaurará la dinastía de los Estuardos. Durante este reinado se conseguirán avances en las reivindicaciones parlamentarias, surgiendo hacia 1680 dos grandes partidos, que dominarán la política durante años: conservadores y liberales. Aunque estaban enfrentados entre sí, ambos partidos se unieron en 1688 para enfrentarse a Jacobo II, acusado de ser contrario al parlamento,entre otras, en una revuelta apoyada por Locke, del que seguramente hable en entradas posteriores.

El resultado es que María II de Estuardo y su marido ocupan el trono. A partir de ese momento hay una Gran Bretaña dominada por un pacto entre burguesía y nobleza, y con una monarquía parlamentaria y constitucional. Es por esto que Gran Bretaña realiza una revolución social un siglo antes que el resto de Europa, lo que tendrá repercusiones en su filosofía. Además, esta revolución ha significado que su conclusión ha sido el pacto entre una y otra clase.


Nos vemos pronto,
Mar x.

viernes, 1 de mayo de 2015

Descartes; problema del hombre y de Dios



Hoy vengo a hablaros de Descartes, uno de los autores fundamentales del racionalismo. El racionalismo es una de las corrientes de la Filosofía Moderna, junto con el empirismo. La Filosofía Moderna llega tras el declive de la Escolástica y cuenta con autores como el ya mencionado dentro del racionalismo, Malebranche, Spinoza y Leibniz; dentro del empirismo destacan Locke, Berckeley y Hume.

Descartes es conocido por su epistemología, su método para llegar al conocimiento, el uso de la duda, etc. Pero como ya habréis podido observar, no suelo hablar de lo más destacado de los autores, sino de otros de los problemas que abarcan y a los que creo que no se le da la suficiente importancia; pues bien, yo hoy no voy a hablar del conocimiento en Descartes, sin del problema del hombre y de Dios.
Ambos problemas se dan juntos básicamente porque resultaría algo ilógico verlos por separado; ahora sabréis
por qué.

Según René Descartes, la idea se puede definir como aquello en lo que pensamos, el resultado de pensar. Cuando la mente piensa, piensa ideas, por lo que "la idea es la misma cosa concebida, o pensada, en cuanto está objetivamente en el entendimiento". Las ideas se pueden concebir como actos mentales o como contenidos objetivos de la mente. Si los consideramos actos mentales todos tendrán la misma importancia, si por el contrario los concebimos como contenidos de la mente, las ideas se pueden dividir en:

  •  Ideas facticias, aquellas que proceden del propio sujeto. Son invenciones nuestras (unicornio)
  • Ideas adventicias, aquellas que tendemos a creer que proceden de la experiencia. Representan objetos que están fuera de la mente humana y que adquirimos gracias a la experiencia. Este tipo de ideas pueden resultar confusas, ya que no podemos afirmar con seguridad que existan en la realidad externa (avión).
  • Ideas innatas, aquellas que no proceden de la experiencia y que tampoco son una invención del sujeto. Son innatas porque llevan en la mente humana desde el nacimiento. Son la idea de "infinito" o "cógito", ambas fundamentales para Descartes.
Sea cual sea la clase de idea, para Descartes, la posesión de una idea requiere una causa, incluso una idea innata requiere una causa. Así, el problema ahora para Descartes será qué causa sus ideas. Y dice al respecto que "debe haber al menos tanta realidad en la causa eficiente y total como en su efecto y que de esto se sigue que no sólo que algo no puede proceder de la nada, sino también que lo que es más perfecto no puede proceder de lo que es menos perfecto.

Así, la idea de Dios, de un ser perfecto e infinito, requiere una causa que sea proporcional en realidad al objeto de la idea misma. La idea de Dios no es una idea adventicia, porque en la experiencia no hay nada infinitamente perfecto, pero tampoco puede ser una idea facticia, ya que una sustancia finita como es el yo no puede ser la causa de algo infinito. Por lo tanto, la idea de Dios ha de ser una idea innata, “causada” por el mismo Dios en mí, es una idea clara y evidente, por lo que Dios tiene que existir.



En la Meditaciones metafísicas Descartes ofrece una prueba de la existencia de Dios: el argumento ontológico. Puede anunciarse entonces como: tengo una idea clara y distinta de un ser sumamente perfecto que abarca todas las perfecciones posibles. Entre esas perfecciones se halla la existencia, lo que quiere decir que la idea de este ser incluye la existencia real y necesaria. Por lo cual, resultaría contradictorio concebir a un ser sumamente perfecto al que le faltase la existencia. Así que Dios existe.

Para Descartes, Dios es un ser infinito, perfecto, bueno y “veraz”. Por lo tanto, no ha podido crear al hombre para que se engañe o equivoque siempre que crea conocer algo. Así, a las ideas adventicias, les ha de corresponder realidades corpóreas; los objetos a los que dichas ideas se refieren, han de existir. 
De este modo, Descartes recupera de alguna forma la realidad del mundo que había “perdido” en el proceso de la duda, un proceso en el que vacila sobre el conocimiento de la realidad.

Os dejo reflexionando, hasta pronto,
Mar x.